Durante los últimos sesenta años el sistema oficial del arte nos ha vendido la idea de que cualquier persona puede ser artista, y que cualquier objeto puede ser arte, siempre y cuando los sacerdotes del sistema oficial los bendigan con el nombre de “cultura”. Nos han dicho que para hacer una obra de arte a veces no hace falta dominar ningún lenguaje plástico, pues lo que importa es el concepto. (No importa si el “concepto” es una verdadera mierda de concepto. La cosa es que haya un “concepto”.)
En su libro “Cultura”, Dietrich Schwanitz dice que la cultura es todo aquello que debemos ver como cultura. ¿Quién lo determina? El sistema. El autor tiene razón hasta cierto punto. Las instituciones culturales consagran artistas, promocionan ciertas manifiestaciones, descartan otras. Tienen el poder de elevar, destruir, o simplemente ignorar. En otras palabras, el sistema nos indica lo que es culturalmente “relevante”.
Creemos que la idea que Schwanitz explica en su libro es un mero resultado del conformismo más febril de la sociedad de consumo en que vivimos. El que consume no debe cuestionar la calidad de lo que compra, sencillamente consumirlo. No debe dudar, sino aceptar. No debe protestar, sino someterse.
Pues bien, ya viene siendo hora que los defensores del arte, el talento, la disciplina y la belleza, tanto de la plástica, como del teatro, música, danza, arquitectura y otras manifestaciones artísticas, nos organicemos y plantemos cara a una de las lacras que el sistema del arte contemporáneo lleva atosigándonos en cuanto museo público hay. Me refiero al arte conceptual y a la mayoría de sus gemaciones: instalaciones, video-art, performances y mierdas enlatadas.
Algunos artistas verdaderos abogan por la tolerancia, por el “vive y deja vivir”, sin darse cuenta que las actitudes tibias han sido precisamente las que han permitido que el cáncer conceptualista robe a las verdaderas artes los espacios que merecen, y que los gobiernos estén otorgando becas y subvenciones a artistas espurios con dinero del pueblo, con fines que nada aportan a la sociedad, sino al refuerzo del status quo y a las elites adineradas que el sistema representa.
El arte conceptual es aire, nada; sin embargo quienes lo promueven llenan sus bolsillos con dinero público, pues ningún ciudadano común en su sano juicio gastaría siquiera un dólar por las aberraciones “no-objetuales” del conceptualismo conceptualoide. El arte conceptual, es una planta de invernadero, diseñada e implantada por críticos, curadores, y literatoides sin talento, deshonestos, con el fin de superar sus complejos de inferioridad (a causa de su falta de talento artístico), en cachivaches museísticos y vacas en formol, y osar a decirnos que ELLOS son quienes tienen el derecho y la facultad de definir qué es el arte y qué es la calidad artística.
El conceptualismo, el performance y los cachivaches de feria, jamás han sido una manifestación espontánea o cultural. Es un entramado de la conspiración de los mediocres y ensalzadores del absurdo del siglo XX. Sin el parasitismo y vampirismo de las arcas públicas, el conceptualismo no hubiera pasado jamás de ser una breve moda de excéntricos de los años 60s.
El conceptualismo, como oveja vestida de lobo, enmascaró sus pretensiones totalitarias de buenas intenciones, camuflajó su esencia corrompida juntándose con el verdadero arte, e infiltrándose en los grandes museos. Y como resultado, hoy es difícil encontrar en una “Bienal” internacional la presencia de algún pintor de mínimo talento.
Quienes sabemos lo que cuesta desarrollar un lenguaje plástico, quienes sudamos por dominar el medio y el oficio, no debemos mirar hacia un lado. Debemos protestar, limpiar la mierda que nos venden como arte, desenmascarar a los marchantes, denunciar el fraude, hacernos escuchar.
El arte conceptual es un cáncer de mediocridad infiltrado en las células de nuestra sociedad.
Quien esté tranquilo con su conciencia no tiene nada que temer. Quien esté hasta los huevos u ovarios, entonces que alce su voz con nosotros. Abre un blog, llama a los museos de arte contemporáneo y diles lo malas que son sus “obras”, que jamás volverás a ellos mientras insistan en presentarnos sus mierdas como arte. Pídeles que den espacio a los artistas de talento que saben dibujar, pintar, esculpir, diseñar, grabar. Comunícate con los políticos que te representan y déjales saber que estás harto del fraude que cocinan los “contemporanitos” con dinero público, y exígeles que detengan ese despilfarro en anti-arte de elites. En fin, HAZ ALGO. Que nadie pueda decir que te cruzaste de brazos.
Exprésate. ¡El conceptualismo es un fraude!
Llegó la hora de la quimioterapia.
PUBLICADO POR PICAZZO EN 10:02
ETIQUETAS: CONCEPTUALISMO